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El cazador se asustó. De repente el calor se convirtió en un frío helado que le estremeció el cuerpo. Miró para los costados buscando de dónde venía la voz. Decidió levantarse, colgarse el arma, y sus ojos dejaron la ensoñación, se pusieron sombríos y turbios. La violencia empezaba a aparecer. El silencio se interrumpió por un sonido de pisadas. El cazador no estaba solo.
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